Ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA)

Ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA)

INTRODUCCIÓN

Los ácidos grasos polinsaturados de cadena larga (AGPICL) son componentes dietarios que participan en múltiples procesos fisiológicos, donde cumplen un rol estructural en los fosfolípidos de las membranas celulares y son sustratos para la síntesis de diversos mediadores fisiológicos. Dentro de los AGPICL encontramos dos grupos principales; los ácidos grasos omega-3 (ω-3) y omega-6 (ω-6), los cuales son ácidos grasos esenciales (AGE) para el ser humano debido a que carecemos de la maquinaria enzimática necesaria para biosintetizarlos (1). La nomenclatura “ω” considera como carbono principal al átomo de carbono del grupo metilo terminal del ácido graso (nomenclatura inversa a la IUPAC “International Union of Practical and Applied Chemistry”) e identifica el primer doble enlace más cercano a este grupo químico. El primer exponente de los ácidos grasos omega-3 es el ácido α-linolénico (C18:3) el cual vía desaturasas y elongasas se puede transformar en el ácido eicosapentaenoico (C20:5, EPA) y posteriormente en el ácido docosahexaenoico (C22:6, DHA). El primer exponente de los ácidos grasos ω-6 es el ácido linoleico (C18:2) y uno de sus derivados más importantes es el ácido araquidónico (C20:4, AA) figura 1 (2). Las fuentes alimentarias del ácido linoleico y del ácido α-linolénico son los alimentos de origen vegetal, especialmente los aceites (soya, linaza, canola, entre otros.) y los frutos secos (almendra, nuez, maní, entre otros). La fuente nutricional de los AGPICL derivados de estos, son los alimentos de origen animal. El AA se encuentra en las carnes (vacuno, cordero y cerdo). El EPA y el DHA se encuentran tanto en animales como vegetales de origen marino, particularmente en pescados con un elevado contenido de grasa, como el atún, jurel, salmón, entre otros. (3). El AA, el EPA y el DHA son importantes componentes estructurales de los fosfolípidos de las membranas y son el sustrato para la formación de una serie de derivados lipídicos llamados eicosanoides (derivados de 20 átomos de carbono en el caso del AA y EPA) y docosanoides (derivados de 22 átomos de carbono, en el caso del DHA), los cuales ejercen importantes acciones en el metabolismo celular (4). El EPA y el DHA han sido el foco de interés de un gran número de investigaciones producto de sus bien caracterizados efectos antiinflamatorios y citoprotectores (5 – 8). En el presente artículo se analizan las múltiples aplicaciones clínicas y nutricionales y el potencial terapéutico de los AGPICL ω-3 de origen marino (pescados grasos y/o microalgas) en diversas enfermedades. Además, se resumen los mecanismos por los cuales estos ácidos grasos ejercerían sus efectos benéficos en el organismo.

AGPICL ω-3 E INFLAMACIÓN

El AA al ser un componente de la estructura de las membranas celulares, es liberado desde los fosfolípidos por la activación de la enzima fosfolipasa A2 (FLA2) durante las primeras etapas de un proceso inflamatorio. Posteriormente, un grupo de enzimas conocidas como lipooxigenasas y ciclooxigenasas metabolizan al AA generando eicosanoides bioactivos, entre los que se encuentran las prostaglandinas, leucotrienos y tromboxanos (9), (figura 2). El AA tiene dos vías distintas de acción, la primera vía involucra a las ciclooxigenasas, las que convierten al AA en el tromboxano A2 (TXA2) y en varias prostaglandinas (10). Es importante destacar que existen dos isoenzimas distintas de la ciclooxigenasa: 1a ciclooxigenasa-1 (COX-1) y la ciclooxigenasa-2 (COX- 2). La COX-1 se expresa como componente constitutivo en la mayoría de las células; la COX-2 es inducible en diferentes tipos de células y su expresión se incrementa por diversos estímulos (4,5). Entre las prostaglandinas derivadas del AA, la prostaglandina E2 (PGE2), es un potente mediador de la inflamación, el dolor, la fiebre y del aumento de la permeabilidad vascular (11). La segunda vía del AA involucra la enzima 5-lipoxigenasa y la formación de distintos leucotrienos, entre los que destacan el leucotrieno B4 (LTB4), el leucotrieno C4 y el leucotrieno D4, los cuales son potentes agentes proinflamatorios que aumentan la permeabilidad vascular, la actividad de las células inmunes, y estimulan la liberación de citoquinas inflamatorias (12).

En los humanos y en animales las dietas ricas en EPA y DHA aumentan la proporción de estos ácidos grasos en las membranas celulares, particularmente en los linfocitos lo cual, además de reducir el contenido de AA en las membranas de estas células por un efecto de competencia, disminuye la generación de los productos pro-inflamatorios derivados del AGPICL ω-6 (13,14). El EPA también es un sustrato de la COX (1 y 2) y de la lipooxigenasa-5 cuando se ubica en la membrana plasmática, por lo cual compite con el AA en la generación de eicosaniodes, pero en el caso del EPA estos presentan propiedades antiinflamatorias. El EPA inhibe in vitro la transformación del AA por la COX en sus derivados eicosanoides (14,15) con lo cual la suplementación dietaria con EPA puede reducir la formación de PGE2, TXA2 y LTB4 y mantener los niveles de la prostaglandina I2 (una prostaciclina) la cual es un inhibidor de la agregación plaquetaria (16,17). Si bien los productos del metabolismo del AA (PGE2, TXA2 y LTB4) tienen propiedades pro-inflamatorias, los productos de la conversión del EPA (TXA3, prostaglandinas I3 y E3 y LTB5) son significativamente menos potentes en estimular la inflamación, la vasoconstricción y la agregación plaquetaria, e incluso pueden antagonizar los efectos típicamente pro-inflamatorios de los eicosanoides derivados del AA (18), (figura 3).

La suplementación dietaria con EPA y DHA también es capaz de reducir la producción de citoquinas pro-inflamatorias, tales como la interleuquina-1, la interleuquina-6, la interleuquina-8 y el factor de necrosis tumoral-α (TNF-α), que se liberan cuando los macrófagos y monocitos son activados (19). Si bien estas citoquinas son potentes activadores de la función inmune, el exceso de actividad de estas sustancias contribuye a la inflamación patológica, situación observada en la inflamación intestinal crónica (20), en la artritis reumatoidea (21), entre otras patologías inflamatorias. El TNF-α tiene un rol importante en el desarrollo de caquexia en pacientes con cáncer (22). En este sentido la suplementación dietaría con EPA y DHA puede reducir la producción de citoquinas inflamatorias y los efectos del TNF-α (23).

La producción de citoquinas inflamatorias está regulada por la disponibilidad de eicosanoides derivados del AA, lo cual puede ser modulado por la ingesta de AGPICL ω-3, los que incluso actúan a nivel génico, ya que la expresión de los genes para citoquinas y moléculas de adhesión celular se reduce en respuesta a la exposición a AGPICL ω-3 (24). Además, los AGPICL ω-3 afectan directamente las vías de señalización intracelular asociadas con la activación de factores de transcripción, como el factor nuclear κB (NF-kB) y los factores de proliferación peroxisomal (PPARs) (25) que regulan la expresión de una serie de genes cuyos productos son pro-inflamatorios (26).

La inflamación es una característica clave en una serie de condiciones clínicas, como las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, cáncer, inflamación intestinal crónica, artritis reumatoidea, asma entre muchas otras patologías (15), por lo cual los AGPICL ω-3 son candidatos terapéuticos ideales para la prevención y/o el tratamiento de patologías donde la inflamación juega un rol central.

AGPICL ω-3 Y ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES

Los primeros datos que evidenciaron los efectos cardioprotectores de los AGPICL ω-3 surgieron a partir de los estudios realizados en los esquimales (inuits), quienes a pesar de tener una elevada ingesta de grasas (superior al 30% de los requerimientos energéticos) presentaban una muy baja incidencia de enfermedades cardiovasculares, identificándose como la fuente dietaria de estas grasas los animales de origen marino (mamíferos y peces ricos en estos lípidos) (27). Estos resultados fueron confirmados en estudios realizados posteriormente en poblaciones con una alimentación similar, las cuales evidenciaron, además de una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares, una menor manifestación de enfermedades inflamatorias (28). Dentro de las enfermedades cardiovasculares, la aterosclerosis es un proceso fisiopatológico de origen multifactorial de desarrollo a largo plazo. En este proceso destacan dos componentes principales; la dislipidemia (triglicéridos y colesterol elevados) y la inflamación. La reducción de los lípidos plasmáticos, especialmente los triglicéridos (TG) generada por el consumo de AGPICL ω-3, es uno de los efectos con mayor evidencia tanto en humanos como en animales (29). Los aceites de pescado han demostrado que disminuyen el colesterol plasmático y los niveles de TG a través de la inhibición de la biosíntesis de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y de TG en el hígado, sin alterar la biosíntesis de lipoproteínas de alta densidad (HDL) (30). El efecto sobre los niveles plasmáticos de TG, HDL y LDL sería inverso cuando se ingieren aceites ricos en AGPICL ω-6 (31), indicando que la relación ácidos grasos ω-3/ ω-6 dietaria operaría como un sensor hepático para la regulación del metabolismo lipídico. Los efectos benéficos de los AGPICL ω-3 sobre las enfermedades cardiovasculares han sido abundantemente documentados en estudios realizados en humanos y animales (17, 32, 33). Todos estos efectos se atribuyen al EPA y sus derivados metabólicos (17, 32), aunque actualmente se plantea que el DHA sería un agente cardioprotector más potente que el EPA (34).

La ingesta de aceite de pescado reduce la ocurrencia de lesiones ateroescleróticas, disminuye la frecuencia de paros cardíacos y reduce la mortalidad global en pacientes con riesgo de enfermedad cardiovascular (35). Además de mejorar el perfil lipídico, los AGPICL ω-3 ejercerían leves disminuciones en la presión arterial (32). La reducción de los TG, el aumento del colesterol HDL, la reducción de la inflamación vascular y la disminución de la agregación plaquetaría, favorecerían dicha disminución en la presión arterial, aunque los mecanismos específicos de este efecto aún no están descritos completamente (36).

Los AGPICL ω-3 también parecen ejercer una serie de efectos potencialmente beneficiosos sobre la musculatura vascular lisa, mediante la reducción de la pérdida de calcio intracelular y en la disminución de la proliferación de células musculares lisas (a través de la inhibición de factores de crecimiento) y el aumento de la producción de óxido nítrico (37). Además de sus efectos sobre la dislipidemia y la arteriosclerosis, los AGPICL ω-3 podrían tener efectos antiarrítmicos (38).

La acción reguladora del trabajo cardíaco de estos ácidos grasos estaría relacionada con su capacidad para inhibir los canales de calcio tipo-L en las células cardíacas, lo que a su vez prolongaría el período refractario haciendo al miocardio menos susceptible a las arritmias potencialmente peligrosas (36 – 38). En un estudio realizado en miocitos cardíacos, se observó que el EPA puede tener efectos protectores contra la hipertrofia cardíaca mediante la inhibición de la endotelina-1 (hormona vascular que participa en el proceso de hipertrofia de los miocitos) (39). El EPA y el DHA se almacenan rápidamente en los fosfolípidos de la membrana, especialmente en las células cardíacas, lo cual sería de especial utilidad clínica en pacientes que han sufrido un infarto (34). La evidencia clínica y epidemiológica nos indica que personas que consumen pescado, al menos una vez por semana, tienen una menor tasa de enfermedad cardiovascular (40).

Los efectos beneficiosos en la salud cardiovascular atribuidos a los AGPICL ω-3, serían el resultado de los siguientes mecanismos: (i) disminución de los niveles plasmáticos de TG y del colesterol LDL, (ii) aumento del colesterol HDL, (iii) disminución de la presión arterial, (iv) reducción de la agregación plaquetaria y (v) disminución de incidencia de arritmias. Un estudio que consideró pacientes de diferentes países pudo establecer con mayor detalle los efectos beneficiosos de los AGPICL ω-3, concluyendo que pacientes que consumían pescado, o algún suplemento nutricional con AGPICL ω-3, presentaban una reducción en la tasa de mortalidad total, de mortalidad por problemas cardíacos y una disminución de infartos al miocardio (41). Considerando que los AGPICL ω-3 no son solo el EPA y DHA, es necesario citar que con la administración de ALA (precursor del EPA y DHA) no se logran los mismos efectos benéficos que con sus derivados de mayor tamaño de cadena e insaturación (42).

También es importante destacar que el tipo y forma de preparación del pescado determina los efectos cardioprotectores de los AGPICL ω-3. El consumo de pescados ricos en AGPICL ω-3 (atún, jurel, salmón, entre otros) produce una significativa disminución en el riesgo de presentar isquemia cardíaca en sujetos mayores de 65 años; este efecto se observa cuando el pescado es consumido asado o al horno, mientras que cuando se consume frito no se observa dicho efecto (43).

AGPICL ω-3 Y NEUROPROTECCIÓN

Desde hace ya varios años estudios en humanos (44), en animales (45) y en modelos celulares in vitro (46), han revelado un efecto neuroprotector de los AGPICL ω-3, especialmente en lesiones inducidas por isquemia y por excitotoxicidad producida por neurotransmisores (glutamato, principalmente) (47). En animales con diabetes mellitus, la suplementación dietaria con AGPICL ω-3 (específicamente DHA) permitió prevenir el deterioro anatomofuncional en las neuronas, cuadro característico de la neuropatía diabética (48), y también reducir el daño oxidativo y los problemas de aprendizaje (modelo en laberinto de Morris) en ratas con lesión cerebral traumática (49). A su vez, ratas alimentadas con una dieta pobre en DHA, presentan trastornos de aprendizaje y de la función cognitiva, efectos que se revierten al suplementar con DHA (50).

Otras investigaciones se han centrado en los efectos neuroprotectores de los AGPICL ω-3 en la enfermedad de Alzheimer, debido a que los pacientes de esta enfermedad tienen bajos niveles de DHA plasmáticos y en sus membranas celulares (51). En un modelo animal (ratón con enfermedad Alzheimer) al administrar una dieta enriquecida con AGPICL ω-3 (EPA + DHA) se observó una reducción en la acumulación del péptido β-amiloide (péptido con acciones neurotóxicas) en más de un 70% de los casos (52).

Los efectos neuroprotectores de los AGPICL ω-3 se deben a múltiples factores y pueden estar relacionados con una serie de efectos moleculares a nivel neuronal, especialmente en el sistema nervioso central (SNC). Por ejemplo in vitro, los AGPICL ω-3 han demostrado ser capaces de prevenir la acumulación neuronal de calcio, bloqueando una señal que puede desencadenar una cascada de eventos celulares que inducen lesión y apoptósis neuronal (53).

Si bien los AGPICL ω-3, por su estructura química (con numerosos dobles enlaces), son más vulnerables al estrés oxidativo (desarrollo de oxidación), en las células en general y especialmente las neuronas, pueden reducir el daño ocasionado por el estrés oxidativo a través de las neuroprotectinas (docosanoides derivados del DHA) (54). Además, los AGPICL ω-3 pueden regular la expresión de genes neuroprotectores, como es el caso de la expresión del gen antiapoptotico Bcl2 (55). Los efectos neuroprotectores de los AGPICL ω-3 en pacientes con neuropatía diabética pueden ser atribuibles a varias causas, incluido; (i) el mantenimiento del flujo sanguíneo al tejido nervioso, (ii) la preservación de la actividad de la bomba sodio-potasio ATPasa, (iii) cambios en la composición lipídica de la membrana neuronal y (iv) modificación del metabolismo de los lípidos en las neuronas (56). Actualmente se postula que los AGPICL ω-3, especialmente el DHA, pueden ser utilizados como parte del tratamiento de múltiples neuropatologías, además de la neuropatía diabética y la enfermedad de Alzheimer, entre las que destacan la enfermedad de Parkinson (57), la esclerosis múltiple (58), la depresión (59) y la esquizofrenia (60).

AGPICL ω-3 Y CÁNCER

Un área de gran interés para el potencial uso clínico de los AGPICL ω-3 es el cáncer y la caquexia relacionada con el cáncer. Estudios en ratones y en cultivos de células han demostrado que las dietas que contienen EPA y DHA retrasan tanto el crecimiento, la metástasis de los tumores primarios y los implantes de carcinoma humano en células mamarias (61-63). En la misma dirección, el uso de aceite de pescado como suplemento nutricional también aumenta la eficacia de los agentes quimioterapéuticos, como es el caso de la doxorrubicina en mujeres con cáncer mamario (64).

 

La suplementación con AGPICL ω-3 induce la apoptosis y la diferenciación celular, así como la reducción de la proliferación celular en cultivos de células neoplásicas (65). En un estudio en ratas con cáncer de colon, se demostró que los AGPICL ω-3 bloquean la formación de tumores inducida por fármacos, mediante el aumento de la diferenciación celular y la apoptosis en las primeras etapas de formación del tumor (66).

Otro estudio en ratas con cáncer de colon, demostró que los AGPICL ω-3 afectan directamente la expresión de genes relacionados con la tumorogénesis y la apoptosis, reduciendo el daño celular y al DNA (67). Los AGPICL ω-3 modulan también las principales moléculas de señalización intracelular y receptores nucleares, tales como PPARα y LXRs, moléculas que al parecer desempeñan un papel en la regulación del crecimiento y la diferenciación de las células cancerígenas (67-69). La inhibición de la producción de prostaglandinas por los AGPICL ω-3 también puede ayudar a modular el crecimiento tumoral y la apoptosis celular (70).

La caquexia, es un síndrome complejo de anorexia, pérdida de peso y pérdida de tejido (especialmente muscular), que se observa en muchos pacientes con cáncer. La presencia de caquexia es un indicador de mal pronóstico que complica el tratamiento farmacológico del cáncer y aumenta la toxicidad de los medicamentos. En este sentido se ha propuesto que el uso de suplementos nutricionales ricos en AGPICL ω-3 permitiría aumentar el apetito, disminuir la pérdida de peso, aumentando la masa magra, proporcionando así una mejor calidad de vida al paciente (71, 72). La reducción plasmática de las citoquinas proinflamatorias, producida por el consumo de AGPICL ω-3, beneficiaría claramente la sintomatología de los pacientes con caquexia relacionada a un cáncer, dado que un aumento en los niveles plasmáticos de citoquinas proinflamatorias se ha asociado con anorexia, pérdida de peso y con el hipermetabolismo asociado al cáncer (73-75). Sin embargo, el uso de AGPICL ω-3 para tratar la caquexia en pacientes con cáncer aún esta en discusión.

AGPICL ω-3 Y ENFERMEDAD INTESTINAL INFLAMATORIA

La etiología de las enfermedades intestinales inflamatorias, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, es compleja y aún no se conocen los mecanismos específicos involucrados en su desarrollo. En este sentido; estudios epidemiológicos han sugerido que dietas ricas AGPICL ω-6 pueden contribuir al desarrollo de estas patologías (76) considerando, además, que en los pacientes con patología intestinal inflamatoria se ha observado que presentan bajos niveles de AGPICL ω-3, lo que podría contribuir a una mayor progresión de estas patologías (77). En el desarrollo de la patología intestinal inflamatoria juegan un rol central mediadores de la respuesta inflamatoria, tales como las interleuquinas (IL-1 y IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), siendo estos mediadores uno de los objetivos de la terapia farmacológica para estas patologías (76, 77). Si bien las actuales terapias farmacológicas han demostrado ser eficientes en reducir las recaídas en pacientes con patología intestinal inflamatoria, podrían generar diversos efectos secundarios a largo plazo, especialmente una disminución en la respuesta inmune (78). Los efectos de los AGPICL ω-3 en la reducción de los niveles de citoquinas proinflamatorias demuestran que estos ácidos grasos son importantes agentes a considerar en el tratamiento de la patología inflamatoria intestinal (79).

En estudios en animales con patología inflamatoria intestinal se ha demostrado que los AGPICL ω-3 pueden reducir sustancialmente la producción de PGE, TNF-α, LTB4 y TXA2 (80, 81). En ratas con colitis ulcerosa, alimentadas con aceite de pescado, se observó una reducción en los niveles de mediadores inflamatorios y una mejoría en varios marcadores de daño celular (82). Si bien los resultados de algunos estudios sobre el uso de AGPICL ω-3 en pacientes con patologías inflamatorias intestinales han permitido reducir las tasas de recaídas, una mejoría en los síntomas y una reducción del estrés oxidativo en el intestino (83), aún se requiere realizar mayores investigaciones con el propósito de obtener mayor certeza experimental y clínica sobre estos efectos benéficos.

ARTRITIS REUMATOIDEA

La artritis reumatoidea (AR) corresponde a un complejo desorden autoinmune que se caracteriza por una marcada inflamación y destrucción progresiva de los tejidos que forman las articulaciones, donde las citoquinas liberadas por linfocitos T activos tienen un un papel importante en los procesos inflamatorios asociados a esta enfermedad (84, 85). El tratamiento de la AR actualmente se centra el uso de fármacos antiinflamatorios e inmunosupresores, los cuales tienen efectos secundarios adversos a largo plazo (86). En este sentido, los estudios sobre el potencial efecto antiinflamatorio de los AGPICL ω-3 han sido permanentes desde la década de 1980, cuando surgieron las primeras evidencias sobre el potencial antiinflamatorio de estos ácidos grasos.

Estudios realizados tanto en humanos como animales han demostrado que la suplementación con AGPICL ω-3 mediante aceites de pescado, reduce significativamente (hasta un 42%) los niveles séricos de las IL-1, 2, 6 y 8, así como del TNF-α y de los LTB (87 – 90). La reducción de estos mediadores de la inflamación se asocia a una mejoría en los síntomas de la artritis reumatoidea, destacando una reducción de la tensión y la rigidez articular (91, 92). A su vez, dos estudios realizados en pacientes con AR que recibieron suplementos nutricionales de AGPICL ω-3 (aceite de pescado), permitieron una reducción significativa del uso de antiinflamatorios no esteroidales (AINES) y de otros medicamentos antiinflamatorios (93, 94). Estos antecedentes permiten establecer un potencial uso de los AGPICL ω-3 como parte del tratamiento de la AR, especialmente en las etapas tempranas de la enfermedad. DAÑO INDUCIDO POR ISQUEMIA – REPERFUSIÓN

El daño por Isquemia-reperfusión (IR) es una situación clínica que se presenta en diferentes órganos y tejidos, observándose lesiones por IR en infarto al miocardio, lesión renal aguda, apoplejías, e isquemia por shock sistémico (95). La administración de AGPICL ω-3 como el EPA y el DHA, ha sido descrita como una estrategia preacondicionante frente al daño por IR cardíaca (96) y cerebral (97). Recientemente, nuestro grupo demostró que en un protocolo quirúrgico experimental de IR hepática en ratas, la administración de EPA y DHA permite disminuir significativamente el daño inducido por la IR hepática, donde es posible observar una buena preservación anátomo – funcional de los tejidos (26). Frente al daño inducido por la IR, los efectos citoprotectores de los AGPICL ω-3 se asociarían a la capacidad de estos ácidos grasos para disminuir la respuesta inflamatoria e incrementar la actividad antioxidante, donde los AGPICL ω-3 inhibirían la translocación al núcleo del NF-kB y su unión al DNA, produciendo así una reducción en la expresión de citoquinas pro-inflamatorias (25). Por otro lado, se ha descrito que la activación ejercida por los AGPICL ω-3 sobre el factor de transcripción PPAR-α, generaría complejos inactivos PPAR- α /NF-kBp65, disminuyendo la actividad de unión a DNA del NF-kBp50p65 (dimero funcional) (98), siendo el posible y más claro mecanismo mediante el cual los AGPICL ω-3 ejercerían un efecto antiinflmatorio y citoprotector frente a la injuria generada por la IR (25, 98). CONCLUSIONES

Los AGPICL ω-3 de origen marino, como el EPA y el DHA, han demostrado ser eficaces en el tratamiento y prevención de variadas enfermedades, tales como cardiovasculares, neurodegenerativas, cáncer, enfermedad inflamatoria intestinal, artritis reumatoidea e injuria por isquemia/reperfusión. Estos ácidos grasos participarían directamente en la modulación de la respuesta inmune, disminuyendo la inflamación y el daño anatomo – funcional generado por esta, demostrándose el efecto antiinflamatorio y citoprotector de los AGPICL ω-3. En este sentido las investigaciones futuras deberán centrar sus esfuerzos en establecer las dosis necesarias de estos ácidos grasos para lograr los efectos saludables descritos en esta revisión.

A nivel alimentario–nutricional las estrategias deberán orientarse a aumentar el consumo de los AGPICL ω-3 en la población, especialmente si se considera que la dieta occidental es pobre en ellos, para lo cual se deberá fomentar el consumo de alimentos ricos EPA y DHA, principalmente pescados grasos, o desarrollar alimentos funcionales que los contengan en concentraciones terapéuticamente útiles, además de considerar el consumo complementario de suplementos nutricionales (nutracéuticos) con AGPICL ω-3.


RESUMEN

Los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega-3 (AGPICL ω-3) como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA) se encuentran en cantidades importantes en los pescados grasos (atún, jurel y salmón) y especialmente en el aceite obtenido de estas especies, el cual actualmente se utiliza como suplemento nutricional (nutracéutico). Tanto el EPA como el DHA, luego de ser ingeridos, se incorporan rápidamente a los fosfolípidos de las membranas celulares donde pueden ser liberados por enzimas lipooxigenasas y ciclooxigenasas, originando productos con potentes propiedades citoprotectoras y especialmente antiinflamatorias. La evidencia clínica y epidemiológica de múltiples estudios permite establecer que el consumo de EPA y DHA puede contribuir a la prevención y/o tratamiento de una serie de patologías, especialmente aquellas donde la inflamación juega un papel preponderante en su desarrollo. El EPA y el DHA presentan propiedades antiinflamatorias, vía la generación ya sea de agentes anti-inflamatorios, como las resolvinas, o a través del bloqueo de agentes pro-inflamatorios. En el presente artículo se presentan evidencias sobre las posibles aplicaciones clínicas de los AGPICL ω-3 en patologías tales como las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, cáncer, enfermedad inflamatoria intestinal, artritis reumatoidea e injuria por isquemia – reperfusión. La evidencia sugiere que los AGPICL ω-3 pueden tener promisorias aplicaciones en el tratamiento y/o la prevención de diferentes patologías clínicas o nutricionales.